Es verdad que en la comunicación política lo que importa es la percepción de la realidad y no la realidad misma. Es verdad que los que nos dedicamos a la política actuamos en la escena pública. Pero no es menos verdad que la mentira tiene las patas muy cortas. ¿Que por qué digo esto?
Hace poco el alcalde de Cuenca nos contaba en varios medios que se quedaba sin vacaciones dada la situación. Pues bien, no había terminado de decir eso cuando firmaba un decreto de delegación de funciones por motivos de ausencia. Cinco días que Ávila no estará al frente del ayuntamiento en Agosto a los que hay que sumar otros cinco en Julio y suma y sigue. Si contáramos los días de ausencia del primer edil nos llevaríamos las manos a la cabeza.
Lo que ocurre es que Ávila ha eligido el modelo de gobierno de la cueva y eso le obliga a ocultar todo a los ojos de los ciudadanos. Si Ávila fuera un alcalde trabajador, no hubiera tenido problema alguno en decirnos que se iba de vacaciones, pero no es así. Ávila ha estado muchos días fuera del consistorio, no ha trabajado apenas y ahora tiene verdaderos problemas para contar a los ciudadanos que sí, que se va de vacaciones y que si puede se irá más.
Ávila ha tomado más vacaciones en este año que cualquier miembro de su equipo. Y no pasa nada, nadie nota que el alcalde esté o deje de estar.
Lo que no es de recibo es intentar engañar a los ciudadanos burdamente. Ahora nos contará que no estaba de vacaciones, que estaba trabajando por la ciudad pero en la lejanía, que necesitaba mirar la ciudad con perspectiva para dar soluciones a los problemas. Y que la culpa de todo la tiene la herencia recibida.
El problema de todo esto es que hay que saber que la imagen pública se puede modelar, pero no puede generar total distorsión con la realidad. Ávila dijo que no ser iría de vacaciones y se ha ido. Eso tiene un nombre.
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