ÁVILA ESTÁ TOCADO

Juan Ávila, el alcalde de Cuenca, es un político que no se dedica a gestionar y que, sin embargo, cuida mucho su imagen personal. Nuestro alcalde habla bien y suele manejar con bastante acierto los resortes de la emocionalidad tan eficaces para la persuasión. Sus intervenciones están normalmente bien hiladas y consiguen centrar los mensajes habitualmente.

Sin embargo, la intervención del Sr. Alcalde en el acto del pregón de las ferias y fiestas de San Julián no fue así. Vimos y oímos a un alcalde bastante tocado.

En los escasos cinco minutos que duraron sus palabras, Ávila tuvo que variar el rumbo en dos ocasiones, señal de que no tenía claro qué quería decirnos y de que además él comprobaba que lo que decía no provocaba ningún efecto positivo en los oyentes. Sus palabras y sus gestos no caminaban en la mima dirección con lo que aumentó la distorsión del mensaje.

Ávila quiso decirnos  que las cosas están muy mal en el ayuntamiento pero que tengamos paciencia. Quiso apelar a su credibilidad personal para pedir confianza a los ciudadanos. Pero claro, la credibilidad no es algo innato, es un atributo que una persona se gana cumpliendo sus compromisos. Y Ávila no se ha prodigado en el cumplimiento de los suyos.

El alcalde de Cuenca ha perdido en un año casi todo el crédito con el que comienza a gobernar quien gana unas elecciones. Y lo ha perdido por varias razones: incumplimiento de compromisos, modo autoritario-sectario de gobierno, falta de transparencia y absoluta ineficacia e incluso incompetencia en la gestión suya y de su equipo. Los ciudadanos han visto que sus impuestos han subido brutalmente y que el resultado es una ciudad átona, sucia, a apunto de quedarse sin autobuses y que el alcalde sigue manteniendo una legión de liberados muchos de los cuales nadie sabe a qué se dedican.

Por ello, es normal que cuando Ávila, en el parque de San Julián, nos pedía confianza en él, se oyeran silbidos de desaprobación. Y un síntoma de que no logró conectar con el público es que cuando lanzaba ese mensaje solo una persona intentó arrancar un aplauso tímidamente: la diputata Torralba que, nadie sabe por qué, estaba situada en primera fila en el acto del pregón. Ni siquiera Martínez Guijarro que, también inexplicablemente estaba sentado en primera fila movió un solo músculo para aplaudir.

En un año de legislatura municipal Ávila ha dilapidado su crédito, ha perdido su credibilidad. A partir de ahora le costará mucho más hilar fino en sus intervenciones. Ávila está tocado.